La corteza prefrontal y los ganglios basales en la regulación y control de la toma de decisiones

María Esther Olvera Cortés.

La toma de decisiones es un proceso complejo basado en la selección de acciones y el aprendizaje de reforzamiento, mediante el cual se da la probabilidad de seleccionar una respuesta con base en las consecuencias experimentadas, lo que permite seleccionar la conducta más adaptativa en un contexto particular. Esta habilidad surge de la interacción de diferentes sistemas cerebrales, entre los cuales destaca la relevancia de la corteza prefrontal en humanos y las áreas homologas en primates y roedores. La corteza orbitofrontal (COF) participa en la evaluación de la ganancia o valor de un incentivo y la realización de cambios rápidos en la conducta para adaptarla a los cambios ambientales, mientras la corteza prefrontal dorsolateral participa en la manipulación de la información relevante a la toma de la decisión y en la deliberación consciente que acompaña a la misma; finalmente la corteza cingular anterior participa en la evaluación de los resultados de la acción elegida la cual puede participar en la actualización de estrategias, por ejemplo, luego de cometer un error. Además de la corteza prefrontal dos áreas más participan de manera muy relevante en la toma de decisiones: los ganglios basales y la amígdala. Estas dos áreas están estrechamente relacionadas con la corteza prefrontal en circuitos específicos, dentro de ellos, la amígdala participa en la asignación de valor tipo Pavloviano a los estímulos secundarios. Con respecto a los ganglios basales existen dos teorías de su participación en la toma de decisiones. La primera indica que tienen un papel preponderante en la selección de la acción, definida como la selección de una acción específica entre múltiples acciones posibles, que son representadas por la información cortical, para posteriormente relevar la información de la acción seleccionada a las estructuras motoras, favoreciendo la realización de una acción que ha sido previamente asociada con el resultado más deseable. La segunda teoría enfatiza la participación de los ganglios basales en la evaluación de los resultados de la acción, se basa en la influencia de la dopamina sobre el estriado la cual se ha propuesto constituye señales de recompensa y de predicción de error convergiendo con señales procedentes de la corteza que acarrean información relativa con las acciones elegidas y sus valores, todo ello integrado para realizar la evaluación de las consecuencias de las acciones y actualizar así los valores asociados con cada acción posible, en lo que se denomina valor incentivo de la acción. De ésta manera es claro que el proceso de la toma de decisiones requiere de la coordinación de estructuras corticales y sub-corticales que permiten la evaluación acertada y flexible de las condiciones ambientales que en asociación con la experiencia previa, permiten prever un resultado a partir de la elección de una acción específica. La corteza prefrontal y los ganglios basales actúan de manera indisoluble en la organización de tales capacidades.

 

 

 

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